Gracias por la música

Muchos creen que los niños con Asperger pueden convertirse en brillantes músicos o científicos. Puedo decir que no puedo concebir mi vida sin buena música, pero no sé hasta qué punto sea debido al síndrome o no.

Mis primeros recuerdos al respecto se remontan a la época en que se puso de moda exhibir un órgano electrónico en la sala de la casa.

En Venezuela muchas cosas se ponen de moda casi sin razón aparente, y en los años 70 cualquier familia respetable debía comprar un órgano. En la nuestra compraron un Wulitzer y pusieron a mi hermano mayor en clases de música para que aprendiera a tocarlo. A mí no me interesó hasta que vi cómo a él lo alentaban a tocar las canciones que se aprendía, y le aplaudían bastante.

Me pregunté cómo funcionaba aquel aparato, y descubrí que si usaba los audífonos podía hacer todos los ruidos raros que quisiera sin molestar a los demás. Aún de niño yo sabía que lo que estaba haciendo no era ni remotamente parecido a las canciones que interpretaba mi hermano mayor, y me daba vergüenza que escucharan las boberías que yo tocaba.

Daría lo que fuera para poder escuchar qué clases de cosas tocaba entonces, sin saber absolutamente nada de música.yamaha-electone-b55-61755

A mi madre no le pasó desapercibido que yo pasaba bastante tiempo usando ese órgano, y cuando el Wulitzer se dañó -como todo buen Wulitzer debe hacerlo- lo cambiaron por un Yamaha B-55, y nos pusieron a mi hermano mayor y a mí en clases de órgano.

Tengo gratos recuerdos de ésa época, no tanto por lo de aprender música, sino por pasar más tiempo con mi hermano. Él es casi tres años mayor que yo, y cuando se es niño, tres años son un mundo de diferencia. No teníamos mucho en común, así que ir a las clases de órgano era como estar en un club secreto. Como nuestros padres no nos llevaban a ésas clases, ambos debíamos salir de casa para tomar un bus a la escuela de música y otro de vuelta, y cuando volvíamos ya era de noche. Eso era algo nuevo para mí, y yo me sentía orgulloso de «hacer cosas de gente mayor». Desde entonces ambos teníamos un vínculo especial que era sólo nuestro. Eso es definitivamente algo que todo niño debería experimentar.

Sin embargo, las canciones que debíamos aprender nunca fueron de mi agrado. Yo no conocía ninguna de ellas, y no me llamaban la atención. ¿Cerezo Rosa? ¿No Tengo Edad? ¿Tom Dooley? Eventualmente me cansé de tocar canciones desconocidas y le dije a mi madre que no quería seguir tomando clases de música, a lo cual ella accedió.

Hoy en día me doy cuenta de que no se trataba de enseñarnos canciones que nos gustaran, sino que les gustaran a nuestros padres, quienes pagaban las lecciones de música. No es raro, entonces, que los organistas modernos sigan ganándose la vida tocando canciones de los años 50. Tal vez cuando todos los abuelos hayan fallecido, los organistas podrán comenzar a tocar canciones de los años 80. Uffff…

Por esa época mi hermano mayor me inició en el Rock. Para entonces, mi única referencia era la creencia general de que los rockeros eran criminales satánicos, y él me asustaba con la portada del álbum Dynasty, de Kiss. Créanme, con ocho años de edad, el maquillaje de Gene Simmons en verdad me daba miedo.

kiss-dynasty-album-large-promo-pic3Todo cambió el día que me puso unos audífonos y me puso una canción que en verdad me gustó. Recuerdo claramente el diálogo:

Yo: -¿Y esto qué es?
Él: -Rock
Yo: (incrédulo) -¿Ésto es rock?
Él: -Sí
Yo: -Pero no suena mal…

Yo imaginaba que el rock debía ser cacofónico, un montón de ruidos intensos sin sentido con gente vomitando, ¡qué se yo! Tal vez si me hubiera puesto Mötorhead mi prejuicio habría sido confirmado y me habría alejado del rock. Pero no, él me puso «All Night Long» de Rainbow. ¡Esto era otra cosa! Esto sonaba bien, el ritmo era pegajoso -no había gente vomitando- y desde entonces quedé enganchado.

El rock ha sido parte inseparable de mi vida desde todo punto de vista. Suelo decir que el rock me salvó la vida, y entre otras cosas puedo agradecerle el haberme brindado amistades reales que han durado décadas. Por alguna razón, los ‘metaleros’ suelen ser más francos y no se fijan tanto en las apariencias.

Ahora que escribo esto, me doy cuenta de lo importante que fue tener un hermano mayor que siempre se tomó su responsabilidad en serio. Él me hizo querer aprender música, y me enseñó a apreciar el buen rock. De haberme iniciado en el tabaco, el alcohol o las drogas, quién sabe qué sería de mi vida actual. Siempre le estaré agradecido por eso.

Volveré a escribir más tarde sobre lo que es la música en mi vida, pero mientras tanto hay algo en lo cual estoy seguro que el ser un Asperger tuvo un gran impacto: mi manera de aprender música.

Por alguna razón, aún me resulta enervante cuando alguien canta sin poner cuidado en la afinación. ¿Acaso es tan difícil cantar una melodía tal como es? Vamos: la oyes y la cantas para que suene igual a la original. No es tan difícil, ¿verdad?

Pues resulta que sí es difícil. Cantar afinado es una habilidad que debe aprenderse y ejercitarse. Siendo adolescente, para mí era un misterio el porqué la gente no se tomaba la molestia de cantar bien. Después de todo, yo simplemente ponía atención a lo que oía y luego lo repetía tal cual lo había escuchado sin mucha dificultad.

Ahora comprendo que quienes vivimos con el Asperger tenemos una capacidad de aprendizaje distinta. Y como suele suceder en la naturaleza, ese don debe venir acompañado con una limitación, imagino que es simplemente para compensar. Y en mi caso, es que soy un pésimo bailarín.

Así que una vez más, el Asperger me ha definido la vida: tengo gran habilidad para tocar música, pero la misma torpeza que tengo para los deportes se transfiere al baile.

Nunca la dicha es completa…

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